ENTREVISTA. Un escritor mítico
El retrato de la colonia china
SIU KAM WEN HA CREADO UN MUNDO CON PERSONAJES RESIGNADOS A UN DESTINO FATAL. EL ESCRITOR CHINO-PERUANO VINO A LIMA A PRESENTAR DOS DE SUS LIBROS
Por: Gonzalo Galarza
El hombre cuyo rostro fue un misterio durante muchos años y cuya existencia fue puesta en duda ha vuelto para despertar el entusiasmo de decenas de personas que lo han ido a ver y a escuchar en la presentación de su libro de cuentos “El tramo final”, reeditado después de más de dos décadas. El suyo parecía un regreso profético: el nombre del escritor chino-peruano Kam Wen (seda y gloria) da vida a esa frase cuyo sentido fascinó a su padre: “Regresa al pueblo natal cubierto de seda y gloria” (Kam Sou Wen Kuei). Él, que nació en China, se crio en el Perú y vive hoy en Hawái, volvió al Rímac y sintió lo que es pertenecer a un momento y a un lugar en el mundo. El día que pisó su barrio nuevamente un antiguo peluquero lo reconoció: “Fue un momento muy emocionante ser reconocido después de muchos años en tu propio barrio”, dice. Esa fue su gloria.
¿En “El tramo final” hay estos personajes resignados a su destino?
Escribí estos cuentos cuando estaba en una época bastante pesimista y las historias sufrieron esto. Casi todo termina en tragedia o en un final no muy favorable. Son personajes muy específicos, miembros de una colonia de emigrantes, y he tratado de hacerlos sufrir y contar historias universales antes que coyunturales. Tengo la fortuna de haber publicado el libro un año después de haber salido del Perú, en el 86.
¿Fue una etapa muy opresiva?
Sí, en esa época había acabado mi carrera de Contabilidad en San Marcos. Hice mis estudios de noche: once años en la nocturna de la secundaria y en la universidad. Entonces tenía una visión un poco deprimente. Además tenía muchos problemas personales, no podía conseguir trabajo, traté de nacionalizarme y no pude; esa combinación de cosas impactó en los cuentos. Ahora soy más optimista debido al clima de Hawái, con sol todo el año, uno no tiene tiempo para deprimirse.
¿Su otro libro, “La vida no es una tómbola”, es su reconciliación con su familia?
Nunca me he peleado con mi familia ni mi padre. Si en el pasado me resentí de las acciones de mi padre, ahora ya no. Ha fallecido y no le guardo rencor. Comprendí que él era una persona chapada a la antigua y no podía cambiarlo. Entonces tenía que adoptarme a su visión del mundo o forjar el mío.
¿Cuánto le costó forjarlo?
He hecho mucho esfuerzo y sacrificio. Yo no aprendí español durante las clases, lo hice a través de traducciones de chino a castellano. He llegado a traducir un capítulo de “El capital” de Marx, y de “Don Quijote”.
¿Ha pesado el tema de las nacionalidades?
Ese ha sido un problema para mí. Hoy ya no me preocupo por eso. Si yo he nacido chino, seré chino, si me consideran peruano, seré peruano, lo norteamericano fue decisión mía. Es un honor estar en los Clásicos Peruanos Contemporáneos. Me considero un escritor chino-peruano.
En Hawái también ha mantenido un perfil bajo
Sí, porque cuando digo que soy escritor la gente me mira como si fuera marciano. No pueden concebir que un chino escriba en español, es una rareza. En Lima hasta hace unos cuantos años también pensaban así. No me voy a convertir en un fantasma sin rostro, inexistente.
Pero ha sido eso, no ha presentado ningún libro en Lima…
Tuve un grupo de bohemia compuesto por estudiantes de Letras y algunos de Ingeniería de San Marcos, como Cronwell Jara, Mario Choy y otros más… Ahora cuando se habla de literatura peruana ya no se trata de miraflorinos, son una minoría étnica. Alguna vez yo dije que los criollos tenían más cobertura mediática porque eran más simpáticos, nosotros somos cholos, negros y chinos (risas). Pero si has nacido en Miraflores, tienes que escribir sobre eso, no como Ciro Alegría. Nosotros no escogemos los temas, estos nos escogen. A mí me gusta alternar lo autobiográfico y lo fantástico: una vertiente es sobre los chinos en el Perú y la otra son historias ambientadas en París o en la China histórica.
En sus inicios hubo un poeta que le quiso aguar la fiesta.
No quiero decir su nombre. Pero fue una mala decisión darle el manuscrito para que lo leyera porque me aconsejó no seguir la carrera de escritor. Tuve que regresar a mi casa amargado a escribir mi segunda colección de cuentos nada más para demostrarle que podía escribir cuentos con finales sorpresa.
Mucha parte de su vida ha consistido en eso, en demostrarles a los demás
Sí, he pasado por eso. Ahora no tengo que demostrarle a nadie y hago lo que quiero en el idioma que me siento más cómodo. Y ese es el castellano.
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