Sunday, March 3, 2013

Mis Años (1959-1964) en el Colegio Diez de Octubre (I)



Llegué a Lima, desde Hong Kong, en el verano de 1959, justo a tiempo para matricularme para el nuevo año escolar. Mi padre me llevó una mañana al jirón Junín, donde estaba el local de uno de los dos colegios chinos existentes en Lima entonces: el colegio San Men, cuyo nombre fue tomado de la frase “la ideología de los tres principios de la democracia”; el otro colegio era Chung Hua (“el pueblo chino”), que funcionaba, si no me equivoco, en el local de la Beneficencia China y empleaba a los mismos profesores que enseñaban en San Men.

El local
San Men compartía el mismo local --una quinta con patio abierto y un segundo piso en la parte de atrás, y a la que se ingresaba a través de un portón pesado de madera-- con las oficinas del periódico chino Man Shing Po, que era un órgano del partido Kuomintang y era financiado con recursos provenientes del gobierno nacionalista de la República de China, en exilio en Taiwán. La edición diaria del periódico era redactada la noche anterior, armada en la mañana, impresa en la tarde y salía a la calle a eso de las tres; se vendía en unos dos o tres kioscos ubicados en Paruro y en Capón.
El jirón Junín era una transversal del jirón Paruro, una calle sombría poblada por marmolerías y funerarias, donde los ataúdes estaban a la vista de los transeúntes. Cerca estaban la Casa de la Moneda, la plaza Italia y una comisaría.
En el mismo patio donde tomábamos nuestros recreos había un enorme depósito de basura en el que terminaban los ejemplares viejos del periódico chino o los papeles usados por su Redacción. Ese depósito era un tesoro para los que eran aficionados a coleccionar estampillas, pues los sobres de la correspondencia que recibían los redactores de Man Shing Po terminaban también allí. La mayoría de las estampillas que llegué a coleccionar de ese modo provenían de Taiwán y algunas de Hong Kong o de Indonesia.

Los encargados
Mi padre me llevó a la presencia de la directora. Era una señora italiana o de ascendencia italiana que llevaba el pelo teñido de rubio. La primera cosa que hizo fue escoger un nombre español para mí, o convencer a mi padre que me pusiera uno. Así, salí esa mañana llamándome todavía Siu Kam Wen, pero cuando volví a casa tenía ya otra identidad: José Siu Li. Este nombre habría de figurar en todos mis certificados escolares y causarme más de un serio problema en el futuro.
La señora italiana era sólo un testaferro: el verdadero mandamás del colegio era el encargado de los cursos de chino. éste era un cincuentón calvo con una complexión sanguínea; procedía de la provincia de Guangdung o Guandxi y se llamaba Chen Chi-Wo. Este poco feliz nombre fue la razón de que al señor Chen se le conocía entre el alumnado más por el sobrenombre de El Chivo o El Chivato.

Los cursos

Se dictaban entonces los cursos de castellano en la mañana y los de chino en la tarde. Como no sabía una palabra de castellano, a pesar de mi edad, que eran los ocho, me colocaron con los párvulos de Infantil. Pero para los cursos de chino fui puesto en el tercero de primaria.
Había otros muchachos como yo, recién llegados de China o de Hong Kong; algunos de ellos eran mayor que yo por un año o dos. Ellos, es decir, unos chicos de diez u once años, se sentaban siempre conmigo al fondo del salón, para no taparles la vista a los otros, que habían aprendido a andar no hacía mucho! Nuestro primer y único texto escolar fue un abecedario y luego un silabario.
Para los cursos de la tarde usábamos textos chinos usados en los colegios chinos de lo que llamamos los Mares del Sur, es decir, países como Indonesia, Singapur, Filipinas, Cambodia y Vietnam. Eso producía un efecto alucinante en nosotros, puesto que teníamos que memorizar, para la clase de Geografía, los nombres de ciudades, departamentos y accidentes geográficos que nada tenían que ver con el Perú o con China; y aprender a reconocer plantas y frutos exóticos en la clase de Ciencias Naturales. Por suerte, Historia era diferente y se ocupaba solamente de la historia de China.
Los cursos de chino eran conducidos en cantonés. Además de Geografía, Ciencias Naturales, Historia y Educación Cívica teníamos que aprender también caligrafía china y el uso del ábaco. Para Lenguaje Chino estudiábamos los clásicos.

 

Los profesores

El señor Chen era nuestro profesor principal de chino. Era asistido por dos o tres profesoras. Sólo recuerdo el nombre de una de ellas: la señorita Wu, que venía de Hong Kong.
De las profesoras de castellano me tocaron a las señoritas Betty (Bettina Punchín) y Esther Wong. La primera fue mi profesora de Infantil y la segunda de Transición. Ambas eran tusanes y la señorita Betty la más guapa y elegante de las dos; de la señorita Esther, recuerdo que era más delgada y tenía lo que llamamos un rostro de la forma de una semilla de melón.
La señora Perla Puell enseñaba los últimos años de primaria y nunca fue profesora mía.

El uniforme

Usábamos entonces el mismo uniforme de color caqui que usaban todos los alumnos de los colegios nacionales, con corbata y cristina (gorra) del mismo color.

Días especiales

Había dos fechas que eran especiales en nuestra vida escolar. La primera era el Día del Doble Diez. Ese día era celebrado con actuaciones del alumnado en la Beneficencia China. Los alumnos eran preparados de abril a septiembre con miras a esas actuaciones anuales, consistentes en danzas folclóricas tanto peruanas como chinas. Había también un largo discurso a cargo de un alumno escogido especialmente por el señor Chen. Yo fui ese alumno durante dos años y tengo una foto para probarlo.
La otra fecha importante era la de la clausura del año escolar, pues en ese día se anunciaban los primeros tres puestos en aprovechamiento, que eran muy peleados. Fui siempre el primero hasta que Carlos Yep, que era mi mejor amigo de esa época, me destronó en el quinto año.
En una ocasión nos subieron a un ómnibus grande, repartieron banderitas peruanas y chinas entre nosotros y nos llevaron al aeropuerto para despedir al doctor Manuel Prado, entonces presidente de la república, que estaba embarcándose en una visita a Taiwán y otros países de Asia.

Sucesos extraordinarios

Nuestra tranquila vida escolar se vio rota un día cuando uno de los alumnos fue atropellado por un carro ante el portón mismo del colegio. No llegué a ver al muerto ni saber quién fue la víctima. El cadáver había sido retirado rápidamente, pero en la pista se quedó una sustancia gris proveniente del cráneo destrozado del pobre chico.
Otro día, los militares dieron un golpe de estado e hicieron rodear con tanques el Congreso, que estaba a unas tres o cuatro cuadras del colegio. Las clases fueron suspendidas al mediodía y a los alumnos nos enviaron a nuestras casas.

Mudanza a Breña

Un poco antes de terminar el año 1961, el señor Chen, que me tenía un afecto especial, me llevó a su departamento en Paruro, me regaló unos libros y se despidió de mí. Fue en ese momento que recién me enteré de que el colegio chino se iba a mudar a un nuevo local en Breña y que iba a haber un cambio radical entre el personal. El Chivo decidió retirarse y volver a Taiwán, donde murió aparentemente solo, unos diez años después. (Sus amigos encontraron mi nombre y dirección en la agenda que dejó, y me enviaron una nota informándome de su fallecimiento).

(Continúa)

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