Saturday, March 23, 2013

Mis Años (1959-1964) en el Colegio Diez de Octubre (II)

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Diez de Octubre

En abril de 1962 el colegio Sam Men comenzaba una vida nueva en un vasto terreno casi baldío de Breña. La única estructura que había dentro del claustro de sus cuatro muros era el pabellón de primaria. Ese terreno había pertenecido anteriormente a una ladrillera y eso era evidente en el campo de fútbol, que no era tal sino un campo con mala hierba y vestigios de la elaboración de ladrillos.

El nombre del colegio, que era ahora prominente sobre el portal, había sido cambiado a “Colegio Combinado Chung Hua-Sam Men” en chino y “Colegio Diez de Octubre” en castellano. Nos habían hecho confeccionar un nuevo uniforme que recordaba al del Colegio La Salle, con un saco plomo a cuadritos minúsculos, camisa blanca y pantalones o faldas azul marino tanto para las chicas como para los muchachos. Por primera vez, teníamos también un escudo tricolor cuyo diseño permanecería constante a través de los años.

Los nuevos encargados

La nueva directora era una norteamericana llamada Ella Greve. Había sido la directora del Colegio Americano, de Callao. Debió tener más de sesenta años en esa época, pero no se veía agobiada por los años sino todo lo contrario: era muy alta, 1.9 metros por lo menos, y se veía aún más porque se mantenía siempre erecta, incluso cuando estaba sentada en un ómnibus.
(Ella falleció en el 2003 o el 2004, en un asilo para ancianos de Colorado, a la edad de 99. Yo le había escrito dos o tres veces y ella siempre me contestaba amablemente, a través de una enfermera, ya que entonces estaba prácticamente ciega. En su última carta me habló de la nieve que estaba cayendo.)
El joven hombre que había reemplazado al señor Chen procedía de Taiwán y se llamaba John Lee. Era un graduado de la facultad de lenguas extranjeras de la universidad de Taipei, especializándose en español y en ruso. Era guapo y activo, con un pelo siempre corto, a lo militar, y le gustaba llevar un sobretodo cuando hacía frío.

Los otros profesores

Las señoritas Wu, Perla, Betty y Esther pasaron también al local de Breña, y la primera, que venía de Hong Kong y no tenía a nadie conocido en Lima, fue a vivir en el mismo chalé en que vivía Miss Greve, ubicado a pocas cuadras del colegio.

Los nuevos alumnos

El nuevo comienzo del colegio chino, llamado ahora Diez de octubre, coincidió con la abolición de las restricciones que el presidente Odría había impuesto a la inmigración china. El resultado fue que entre 1959 y 1962 un número enorme de mujeres chinas y sus hijos fueron permitidos por primera vez a reunirse con sus esposos y padres. Eso se vio reflejado ahora en el número de nuevos alumnos que se matricularon en 1962 en el nuevo local de Breña. Muchos de ellos eran ya muchachos grandes; algunos de ellos incluso tenían la edad de estar en una universidad.

La Sección Especial

En vista de que la edad de muchos de estos nuevos alumnos, recientemente llegados de China y que por lo tanto no hablaban casi nada el castellano, hacía ridículo que fueran puestos al lado de los pequeñuelos de Infantil o de Transición, la directiva del colegio decidió crear una sección especial dedicada exclusivamente a enseñarnos a hablar y escribir el español en el tiempo más corto posible. El encargado de esta sección especial fue el profesor Lee, ya que era el único de los profesores que podía comunicarse con nosotros simultáneamente en chino y en español. Mr. Lee, que es así como lo llamábamos, hablaba sólo el mandarín, pero nos entendía si le respondíamos en cantonés.

Tiempos heroicos

Los años iniciales de su nueva vida fueron bastante duros para el Diez de Octubre. Nos faltaba materialmente casi todo: carpetas, pizarras, etc., eran rústicas e improvisadas. No había una infraestructura deportiva que se diga: tanto la cancha de tennis/badmington como las mesas de ping pong fueron creaciones de Mr. Lee, quien actuó en muchos casos como carpintero o pintor de brocha gorda. Y los árboles que hoy existen alrededor del muro fueron plantados por la misma Ms. Greve, sin ayuda.

Los cursos

Durante todo el 1962, pusimos nuestro mayor esfuerzo en aprender de memoria las conjugaciones de los verbos básicos y comprender la complejidad de la sintaxis del castellano. A veces, Mr. Lee recortaba algún artículo editorial de los diarios limeños y nos lo leía. El también nos hizo comprar un diccionario español chino recién compilado en China comunista, el mejor de su clase en esos días, para ayudarnos a leer.
Los cursos de chino disminuyeron: llevamos ahora sólo Lenguaje Chino y Ciencias Naturales, si recuerdo bien. Aunque los textos son ahora más “modernos”, el sistema de enseñanza continuó poniendo énfasis en la memorización de largos textos y las pruebas o exámenes consistían en “recitar” pasajes del texto escogido por el profesor y “reproducirlo”.

El gran salto adelante

Apenas iniciado el segundo semestre, comenzaron a prepararnos para saltar años. Yo iba a hacerlo del primero de primaria al primero de secundaria, un salto que daba vértigo. El curso que tenía la mayor dificultad en aprender era Geografía del Perú, ya que a diferencia de cualquier peruano de 13 años, yo no había oído nunca nombres tan corrientes como Cerro de Pasco o Tarapoto, ni sabía si quedaban al norte o al sur del país.
Un día, creo que fue en noviembre, nos subieron a todos a un ómnibus escolar y nos llevaron a una de las grandes unidades escolares para rendir nuestros exámenes, cosa que hicimos en forma oral y ante un jurado de unos cinco o seis profesores del plantel nacional. Todos aprobamos, unos con más facilidad que otros.

Nuevas profesoras

En 1963 la señorita Wu dejó Perú. Hubo también necesidad de más profesores para los cursos de chino. Dos nuevas profesoras, la señorita Molly Kao y la señorita Wei, llegaron de Taiwán y de Hong Kong respectivamente. La primera emigró eventualmente a San Diego donde fue dueña de un restaurante llamado Tía Molly y hoy vive en La Mar, California. La segunda fue mi profesora de chino y vivió por mucho tiempo en la ciudad de Nueva York con su esposo, un profesor universitario e ingeniero (hoy, según me informa Alfredo Chau, viven también en California).
La señora Aurora Wu de Escudero, una de las profesoras más queridas de castellano, se integró al plantel en esa época.

El pabellón de secundaria

Ese año comenzó también la construcción del pabellón de secundaria. Pero no sé por qué, cuando el segundo piso ya estaba bien avanzado, se detuvo la construcción. Eso fue aprovechado por los alumnos de mayor edad para levantar una suerte de escondite con tablas y cartones en ese piso sin techo, donde nos reuníamos durante el mediodía para fumar cigarrillos y beber cerveza.

El adiós

El 64 fue el último año que pasaría en Diez de Octubre. Durante las vacaciones de otoño mi padre cayó enfermo y tuvo que ser hospitalizado. Me vi forzado, como lo habían hecho otros dos compañeros míos antes, a abandonar los estudios y ayudar en la tienda. La situación no fue subsanada cuando mi padre recuperó su salud: no volví a un colegio hasta tres años después, y cuando lo hice, fue a la nocturna de un colegio nacional.

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